lunes, 1 de agosto de 2011



Nueva Palmira censurada

En el mes de febrero del corriente año, con mis amigos Eloy y Adrian aprovechamos las vacaciones y nos fuimos de travesía. Partimos desde Tigre con el objetivo de pasar unos días en Nueva Palmira (R.O.U). Bajo un sofocante sol y una temperatura de 30 grados y luego de dos días de remada por nuestro hermoso Delta arribamos a Guazu Guazucito. Para nuestra sorpresa los amigos prefectos nos pidieron los papeles de compra del kayak. Revisamos la guantera pero brillaban por su ausencia. Que problemita, andábamos remando con kayaks indocumentados. Después de una acalorada charla de casi tres horas, los uniformados no dieron el brazo a torcer y el cruce a Nueva Palmira quedo censurado. Que lastima encima el rio era un espejito. Y bue cambiemos los planes muchachos. Que Villa Paranacito que esto que lo otro. Cruzamos al lado entrerriano dimos una vuelta por el Ceibo y Ceibito y volvimos a lo de Don Mario, querido camping a orillas del rio Parana Guazu. Allí nos quedamos un día entero rascándonos el higo y disfrutando de la paz sin igual de la segunda sección del Delta. A mala burocracia, buena remada. No se olviden la cartera con los pelpa muchachos. Hasta la próxima.



lunes, 18 de octubre de 2010

Kayakeada en Puerto Madryn

Puerto Madryn y Puerto Pirámides se encuentran en ese basto territorio llamado Península Valdez y son dos de los lugares más maravillosos que tenemos en nuestro país. En sus dos golfos el San José al Norte y el Golfo Nuevo al Sur encuentra refugio uno de los mamíferos mas grandes del mundo, la Ballena Franca Austral, la cual llega a estas latitudes exclusivamente a procrear. Esta zona es “Area Protegida Natural” lo que nos pareció un tanto contradictorio. Hay sitios en que la navegación a remo esta restringida, guarda que no te vean navegando por que los guardafaunas se te vienen al humo. Dijimos contradictorio por que dicen que remar perturba a los mansos animales que andan con sus crías. Pero el avistaje y el ruido de tractores y lanchas que se meten al mar, no los perturba?


No los aburro más y les cuento sobre el hermoso viaje que realizamos con mi amigo Mauricio Alvarez. Separan Buenos Aires de Madryn 1500 kms, total que cubrimos en un día y medio de viaje. El viernes, día de partida, fuimos a Tigre, cargamos los botes en el techo de la Fox y luego de aguantarnos dos horas en la General Paz y un lindo aguacero agarramos la ruta que nos llevo a Jacinto Arauz, pueblo del amigo Mauri donde hicimos noche. Al día siguiente seguimos viaje y luego de atravesar La Pampa y Rio Negro, llegamos a Puerto Madryn, provincia de Chubut, alrededor de las diez de la noche. Lo primero que hicimos fue pasar a buscar a Romina Navarro, amiga y guía en Madryn para que nos lleve al departamento que muy gentilmente nos presto para alojarnos durante nuestra estadía. Por la noche cenamos y nos fuimos a dormir por que estábamos fusilados.



El domingo luego de un nutrido desayuno comenzaron las aventuras. Ver las ballenas saltar en el mar desde el balcón del departamento, aumentaron aun mas la ansiedad de remar. Cargamos todos los bártulos en la Fox y por camino de ripio llegamos a una extensa playa de canto rodado llamada Paraná. Como vimos que soplaba viento en contra decidimos buscar una playa mas arriba y volver con el viento a favor. Así llegamos a playa Conscriptos donde una vez equipados llevamos los botes a la orilla y con la ayuda de Romi nos lanzamos a navegar. Teníamos una euforia terrible pero más la tenía Mauri que era su primera vez en el mar. No parábamos de asombrarnos por la belleza del lugar y de ver el fondo y el agua tranparente ni hablar. Fuimos avanzando hasta que nos acercamos a una lobería. Había gran cantidad de estos simpáticos animales que al vernos pasar se tiraban al agua para curiosear. Pero arriba en el acantilado una persona nos fotografiaba y hacia señas con las manos. Era un guardafauna que nos pedía que nos alejáramos. Y yo que lo saludaba pensando que era un turista jaja.






Medios preocupados por la situación continuamos remando. Pasamos unas espectaculares cuevas hasta que bajamos en una playa para almorzar y descansar, más de la excitación que de la remada ya que solo habíamos echo unos poco kms. Cuando volvimos a entrar el viento aumento su intensidad y el agua se había agitado formando olas de 1,5 – 2 mts. Que divertido que se había puesto el mar. Ibamos con viento de popa y surfeando a buena velocidad. En un momento de distracción me puse el bote de sombrero, role y zafe pero buscando el gorro que había quedado flotando, una vez que me lo coloque en la cabeza me fui al agua otra vez.



Segundo rolido y afuera, pero el terrible dolor por agua fría en la cabeza me dejo un instante aturdido. Ya recuperado seguí remando, creo que la adrenalina hacia olvidar el frio. Me surfee unas olas mas hasta que me encontré con Mauri y decidimos bajar. Pasamos cerca del barco hundido y desembarcamos en la playa Paraná. La eufórica tarde del sábado finalizo en Playa Canteras observando a las ballenas saltar.



El día lunes decidimos ir a remar a la Isla de los Pájaros en el Golfo San José. Varios percances tuvimos que pasar hasta que nos pudimos subir a los kayaks. El primero de ellos fue cuando íbamos camino al Golfo y sonó mi celular. Era un llamado del trabajo que me decía que el jueves tenía que estar en Buenos Aires. Y ahora que hago? Encima se corto la señal y me quede muy preocupado ya que hasta la noche no iba a saber si me tenía que volver o no. Tratamos de hacer caso omiso al llamado y seguimos disfrutando de la mañana. En la ruta, a mitad de camino de Puerto Pirámides, hay un puesto de peaje y guardafaunas. Ni bien paramos para pagar la entrada, $70 para pisar nuestra tierra, se acerca un hombre y nos pregunta a donde íbamos con los kayaks. Nos dijo que era guardafauna y que en Puerto Pirámides no íbamos a poder remar. Le dijimos que íbamos al Golfo San José a la bajada Riacho y nos autorizo sin problemas. Seguimos unos kms por la ruta hasta que nos desviamos por un camino de ripio. Cruzándonos con manadas de guanacos arribamos a una pequeña comunidad pesquera y escuelita rural. Que garronaso cuando vimos el mar. Se encontraba fácil a 1,5 km de distancia. Para ahorrarnos unos mts de caminata nos mandamos con el auto por la playa que parecía dura y nos quedamos clavados en la arena. El primer intento de sacarlo entre los dos fue infructuoso y no nos quedo otro remedio que pedir ayuda a los lugareños. Nos acercamos a uno de los ranchos y un pescador se ofreció gentilmente. Nos llevo en su viejo jeep destartalado donde tenia un balde con pulpos y nos conto que los pescaban y luego los vendían en Puerto Madryn. Con la ayuda de este buen hombre pudimos sacar el auto de su varadura y ya estábamos listos para salir a remar. Pero para llegar al mar tuvimos que portear los kayaks alrededor de un 1 km y mas el problema que habíamos tenido con el auto ya habíamos perdido casi dos horas.



Como soplaba viento el mar estaba movido y el ingreso estuvo entretenido por las olitas que rompían sobre la proa. Cuando estábamos navegando Mauricio me llama a los gritos y me dice que se había olvidado las llaves del auto adentro de la malla. Enseguida se fue para la playa y por suerte la llave se salvo de mojarse. En caso contrario la Fox se quedaría en la península por varios días. Cuantos percances habíamos sufrido en lo que iba del día, pero navegando se olvidaron enseguida. Llegar a la Isla de los Pájaros ya lo dábamos por descartado así que decidimos navegar algunos kms y bajar sobre la primer playa que encontrasemos. Bordeando la costa de acantilados llegamos a una restinga donde las olas rompían. En la punta de esta restinga se veía un solitario animal que al acercarnos resulto ser un perro. Al vernos pasar nos empezó a torear y pensar que cuando lo veíamos de lejos pensamos que era un lobo. Luego de pasar la restinga bajamos en una desolada playa. No había ni un alma, solo nosotros, los pájaros y el sonido del viento. Era la hora del almuerzo y mientras Mauri se encargaba de la comida yo me subí a una de las mesetas para tomar fotografías del imponente paisaje. Desde esas alturas pude ver el resoplido de una ballena que andaba navegando no muy lejos de donde estábamos. Después de almorzar y con el mar creciendo salimos a navegar otra vez para volver al sitio de partida El viento había aumentado su intensidad y el oleaje también. Cuando volvemos a pasar la restinga a unos cincuenta metros delante de nosotros vimos saltar la ballena. No parábamos de asombrarnos por sus saltos y por su tamaño.







Saltaba, sacaba la cola y resoplaba. Nos acercamos a unos diez metros para fotografiarla pero el movimiento del agua nos complico enfocar bien a animal. Lentamente se fue alejando y cuando nos quisimos dar cuenta nos habíamos alejado más de un km de la costa. Pegamos la vuelta y llegamos a la playa con pleamar. Que complicada que estuvo la vuelta a Madryn. La Fox hacia un ruido tremendo en el tren delantero y no sabíamos que era. Decidimos ir hasta el puesto de guardafaunas y de ahí llamar a un auxilio, tramo que hicimos a 20 km/h para no dañar más el auto. Al llegar al puesto el ruido se fue y seguimos viaje a Madryn sin problemas mayores. El día culmino con un riquísimo asado en la casa de Romina junto a sus familiares que atentamente escucharon nuestras aventuras vividas.



Arrancamos el martes en el taller. El mecánico saco tres piedras que se habían metido en el disco de freno de la Fox, por suerte nada importante así que una vez terminados los arreglos partimos al mar. Bajamos en Playa Paraná donde Mauri se hizo amigo de un curioso guanaco. El simpático bicho nos empezó a perseguir y se dio el lujo de meter la cabeza adentro de un tambucho. Menos mal que no había comida. Cuando se aburrió siguió viaje. Ese día el viento venia del oeste y con poca intensidad. El sol brillaba y la temperatura estaba ideal para navegar. Decidimos ir hasta la punta de un acantilado que se veía a lo lejos. Tranquilamente fuimos bordeando la costa disfrutando del majestuoso paisaje. Los acantilados dominan la costa y cada tanto ofrecen una playa para desembarcar. De repente adelante nuestro se asomo un lobo pero enseguida desapareció. Lo buscamos para fotografiarlo pero no lo vimos más. Al cabo de un rato llegamos a la punta buscada y doblamos a la derecha donde quedamos totalmente protegidos del viento. Avanzamos unos mts más hasta que desembarcamos en una solitaria y extensa playa. Que buen lugar y que paz. Al estar reparados del viento y como el sol nos daba directo nos dimos el lujo de andar sin remera. Lo deje a Mauri con la comida y me fui hasta arriba del acantilado el cual me ofreció una extraordinaria vista del Golfo. Tome unas fotografías y baje para almorzar. La comilona consistió de picadita de queso con salamín y el plato principal fideos deshidratados, el postre manzana.







Luego de almorzar Mauri se tiro a dormir y yo me dedique a sacar fotos de los piletones que se habían formado por la bajamar. A lo lejos veía un punto naranja y decidí caminar hasta el. Cuando llegue, ese punto era un ballenato muerto. Perdido o debilitado encontró su fin en esta solitaria playa. A las cuatro de la tarde emprendimos el regreso. Lo hicimos en contra del viento que soplaba del oeste. A pesar de haber pasado un buen rato en ese bello lugar volvíamos medios desilusionados por no haber visto ninguna ballena. Pero la desilusión se nos paso enseguida cuando a un par de kms delante de nuestra dirección vimos el resoplido de una ballena. Super emocionados entramos a remar con fuerza hasta que nos aproximamos a 15 mts. Era una ballena con su ballenato que estaban nadando con delicadeza. Era maravilloso ver a la madre acompañando a su pequeño hijo. Estábamos ante la grandeza de la naturaleza en vivo y en directo. Realmente nos sentimos diminutos al lado de semejantes animales. Tomamos algunas fotografías hasta que cambiaron su rumbo y se marcharon lentamente. Pero el avistaje no termino ahí. Antes de desembarcar se asomo un simpático lobo marino. No nos dejaba fotografiarlo ya que cuando apuntábamos para el lado que salía se sumergía y salía por el otro. Después de burlarse un buen rato desapareció. Muy contentos por los avistajes realizados llegamos a la zona de desembarco. Como el mar había bajado estuvo bastante complicado. Caminamos y arrastramos los botes por arriba de un colchón de algas donde se nos hundían las piernas hasta la rodilla. Exhaustos por la corta caminata nos sentamos al lado del auto donde nos deleitamos con una buena mateada y un apacible atardecer.





Miércoles, tercer día en Madryn. Nos la pasamos metidos adentro de un traje de neoprene jaja. Luego del suculento café con leche con medialunas junto a la compañía de Romina, nos fuimos alquilar los trajes y el equipo de snorkel. Casi nos quedamos sin trajes pero gracias a Romi que conocía a uno de los encargados del local los pudimos conseguir. Sin perder más tiempo nos marchamos hacia el lugar donde practicaríamos snorkel por primera vez. Cuarenta minutos mas tarde estábamos bajando en Punta SIN NOMBRE no la nombramos a pedido de Romi. Bajamos los kayaks y todo el equipo hasta la zona de desembarco. Con el viento y el sol de compañía comenzamos a prepararnos para nadar en el mar. Parecíamos dos muñecos Michelin con los incómodos trajes puestos. Apenas podíamos movernos y agacharnos. Realmente son muy incómodos. Por ultimo nos colocamos las patas de rana y previa instrucciones de la instructora de snorkel nos lanzamos a la mar.




Fue duro el primer impacto del agua fría pero enseguida nos aclimatamos. Que lindo ver el fondo del mar, que lindo estar flotando en la inmensidad. Con el agua movida cuesta y cansa un montón. Teníamos menos coordinación jajaja Romina se moría de la risa de ver los torpes movimientos que realizábamos. En un momento nos dice -:Y chicos les gusta?, vieron que buenas están mis salidas agrestes, desde arriba de una piedra que nos habíamos sentado. Realmente nos gustaba pero ya nos habíamos cansado, así que abandonamos las mascaras y el tubo para subirnos a nuestros queridos kayaks. Ahora si estábamos en el baile. El viento había encrespado más el mar y nos pusimos a jugar en las olas. Practicamos rol, rescate en T y alguna que otra surfeadita. Costo manejar los botes ya que los trajes al ser gruesos quitan estabilidad y maniobrabilidad. No remamos pero nos sacamos las ganas de hacer malabares. Como estábamos agotados y con frio bajamos a la playa felices de la experiencia vivida. Por la noche cenamos en la casa de Fer el hermano de Romi.





El pronóstico para el día jueves no era nada alentador. Anunciaba vientos de 40 km/h. Como habíamos dicho que aprovecharíamos todos los días para navegar salimos igual. Al primer lugar que llegamos es a Punta SIN NOMBRE, pero el viento en contra era tal que no valía la pena intentarlo. Como era temprano y teníamos tiempo de sobra arrancamos para el Golfo San José con la idea de conocer la Isla de los Pájaros. También pensábamos que estaríamos más protegidos del viento. Pasamos el peaje y otra vez volvimos a pagar la entrada para pisar nuestra tierra. Recorrimos 20 kms hasta la rotonda que nos desvío al camino de ripio. Por este llegamos a la bajada de la casa de Manolo, pescador de vieiras (moluscos) que vive allí hace 40 años. A nuestra vista teníamos la Isla de los Pájaros que en ese momento se hallaba conectada a tierra por causa de la bajamar. Parecía que el viento soplaba con menor intensidad, pero solo fue una impresión. Nos preparamos para remar e hicimos un corto porteo hasta la playa. Desde la orilla habíamos detectado una ballena que andaba saltando a menos de un km de distancia. Fue así que subimos a los kayaks y nos lanzamos al agua. Con solo levantar el remo que hacia de vela el viento nos fue metiendo para adentro. La idea era darle la vuelta a la Isla y bajar en algún sitio para almorzar. Impulsados por el fuerte viento nos acercamos a la ballena. No había oleaje pero las ráfagas eran tan fuertes que no podíamos tomar fotografías. O era la foto o un vuelco. Nos olvidamos de la ballena y de la isla y tomamos la decisión de pegar la vuelta. Girar el bote fue durísimo. Si a Mauri le costo girar con timón a mi me costo el doble. Lo hicimos con el máximo cuidado para no volcar. Fueron seiscientos metros durísimos peleando en contra del viento que soplaba muy fuerte. Teníamos la costa a la vista pero no la alcanzábamos más. Sin parar de palear la pudimos alcanzar. Internarnos mas adentro del mar hubiese complicado bastante la situación. Finalmente llegamos a la orilla. Este fue nuestro último día de mar.



Mientras atábamos los botes en el techo de la Fox apareció Diego un muchacho de Buenos Aires que trabajaba allí temporalmente. Nos hizo compañía narrándonos parte de su ajetreada vida. El sol seguía en alto y nos dirigimos hacia Puerto Pirámides. Este diminuto poblado se halla emplazado entre montañas y pegado al mar. Es muy tranquilo, pintoresco y sus pobladores viven del turismo. Estábamos con hambre y nos sentamos a comer en un barcito. Desde allí podíamos observar a los entusiasmados grupos de turistas como se colocaban los chalecos salvavidas para ir a realizar el avistaje de las pobres ballenas. Terminamos de almorzar y nos dirigimos hacia la playa. Allí pudimos ver como es el sistema para el avistaje. Grandes tractores se meten en el agua empujando un tráiler donde entra y sale el gomon que realiza la actividad turística. En el mar no muy lejos de la orilla andaba jugando una ballena. Nos dio la impresión de que cuando el tractor ingreso al mar esta se alejo. En Pirámides ni se nos ocurrió bajar los kayaks, ya que la actividad para los de afuera esta prohibida. Como no podíamos remar fuimos caminando hasta un acantilado para observar como jugaban las ballenas. Fue cayendo la tarde y mate por medio emprendimos el regreso a Madryn.




Estas fueron las aventuras que vivimos durante los cincos días que estuvimos remando en el mar. Les puedo decir que fue una experiencia inolvidable haber remado en un lugar tan maravilloso, rodeados de tanta vida salvaje. Solo hay que ser precavidos y cuidadosos para no tener percances y poder disfrutar al máximo de tan lindo lugar. Las últimas líneas son para agradecerle a Romina Navarro y familia por habernos recibido y atendido tan cálidamente durante nuestra estadía en la ciudad. Pero especialmente quería agradecerle a mi amigo y compañero de aventuras por haber compartido conmigo este hermoso sueño que se convirtió en realidad.

Lucas Sosa