domingo, 26 de julio de 2009


Cruzando el charco.
Travesía Tigre- Colonia del Sacramento R.O.U
25 al 28 de Junio de 2009


Si cruzaron el Rio de la Plata nadando, por que no cruzarlo remando en kayak? Esta fue la pregunta que nos hicimos y que dio pie para realizar esta travesía. No voy a mentir si les cuento que la incertidumbre y la ansiedad fueron grandes, éramos conscientes de los riesgos que corríamos y que remar todo el trayecto por aguas abiertas se podía llegar a complicar ni bien se levantase viento. Pero las ganas y el gran espíritu de aventura que llevamos dentro no impidió que crucemos el charco y de esta manera unimos la ciudad de Tigre con el bonito y acogedor pueblo de Colonia del Sacramento Republica Oriental del Uruguay.
Separan Tigre de Colonia 69 kms, esa es la distancia que saco con el Google Eart mi amigo y compañero de remos Esteban “Pulpo” Trevisan, en base a ello armamos el derrotero marcando cuatro puntos en el GPS, el primero de ellos seria el tramo Hispano-boca del rio Lujan , el segundo boca del Lujan- parada almuerzo a 30 kms en medio del rio en una zona donde la carta náutica dice Playa Honda, la tercera fue Playa Honda- Isla San Gabriel 25 kms y la cuarta Isla San Gabriel- Colonia 4 kms. El GPS fue fundamental, también la brújula, el VHF, bengala, celular que por partes tuvo señal y la pala de repuesto.

El jueves alrededor de las cinco y media de la tarde nos encontramos con el Pulpo en la estación de Tigre, ya era medio tarde y solo faltaba media hora para hacer migraciones, por suerte llegamos a tiempo e hicimos los tramites correspondientes para salir del país, previa autorización de la Prefectura Nacional Argentina que se porto de maravillas con nosotros. Presentamos la nota el día anterior, le contamos lo que íbamos a realizar y el mismo jueves nos labro el acta de autorización, el único requisito que no dijeron que cumpliéramos al pie de la letra era que nos comunicásemos con ellos.

Con todo en regla nos dirigimos hacia el Hispano, preparamos los kayaks y ya de noche volvimos a la PNA para mostrar los papeles de migración donde nos dieron el ok sin dramas. Mientras esperábamos a Guadalupe Casuso, gran amiga y kayakista la cual nos banco y nos alojo en la casa que su amiga tiene en la isla, nos fuimos a comprar las provisiones y la cena para la noche. Retornamos a la rampa del Buenos Aires Club donde teníamos los botes, acomodamos todo, nos encontramos con Guadita y nos fuimos hasta el Abra Vieja donde pasaríamos la noche. Llegamos en media hora y enseguida nos metimos adentro ya que afuera estaba bien fresco, nos acomodamos, calentamos las empanadas, bebimos una cervecita, charlamos un rato y a las once nos tiramos a dormir.
El despertador sonó 04:30hs de la madrugada, con el frio que hacia ni ganas de salir de la cama daban, pero nos pusimos las pilas y arrancamos, al toque Guada puso la pava y mientras nos alistábamos nos cebo unos mates calentitos. Ya eran las cinco y media y todavía andábamos dando vueltas, así que terminamos de guardar los últimos bártulos, Guada con el frio que hacia se puso a sacar fotos, GRACIAS POR EL AGUANTE GUADA!! nos despedimos de ella y a las seis clavadas nos pusimos a remar.
Todavía era de noche pero queríamos ganar tiempo, nos esperaban unas diez horas de remo, ahorrarnos viento y en lo posible llegar de día. Entonces arrancamos nomas, bajando por el Abra Vieja y el Lujan con corriente en contra, llegamos a las siete a la desembocadura donde paramos para avisar a PNA que iniciábamos y también para marcar el rumbo en el GPS.

En ese momento el gran Rio de la Plata era una pileta y ni siquiera corría una gota de aire, de fondo la hermosa Ciudad de Buenos Aires con sus interminables luces que iluminan el cielo comenzaba a despertarse de esa noche que nunca duerme. Los ruidos de la urbe, los autos y la bocina del tren que se oían indicaban que arrancaba otro día, uno mas para todo el mundo y uno atípico para nosotros.
En cámara lenta apunto el alba y me es difícil describir lo que fue vivir el nacimiento de un nuevo día desde el rio. La primera claridad que asomo fue iluminando el horizonte de celeste grisáceo, las lenguas de nubes se tiñeron de naranja, rojo, violáceo, azul, y amarillo, otras nubes formaron líneas naranjas que parecían trazadas con fuego sobre el cielo. La tenue luz se fue reflejando sobre las aguas del rio que apenas eran acariciadas por la brisa que soplaba, las gaviotas pasaban volando una tras otra con su cantico característico de las zonas costeras, pero lo mas extraordinario fue cuando apareció ese gran astro llamado sol.





Salió con timidez por detrás del rio, redondo redondo como una naranja y es en ese momento en donde uno se encuentra en un estado espiritual de paz absoluta, el alma se reconforta, la mente descansa y solo se propone a disfrutar de ese regalo de la naturaleza.
Ya eran como las ocho y contábamos con la suficiente luz para navegar tranquilos, siempre con rumbo Este fuimos avanzando hasta que pasamos el Canal Mitre, hacia la izquierda quedaba atrás la Isla Zarate y a la derecha nos acompañaba la gran Ciudad. El viento soplaba leve del sector noreste y no causaba problemas, el transito fluvial era escaso y apenas vimos algunas lanchas de pescadores y un crucero que fue el único que mas o menos nos paso cerca. Las condiciones eran inmejorables y el sol brillaba reconfortante, el GPS marcaba una velocidad de 6,6 km/h remando a un ritmo tranquilo para no cansarnos innecesariamente.


A lo lejos veíamos dos puntos negros, cuando llegamos a ellos nos enteramos que eran las boyas que marcaban unos de los tantos naufragios que hay en el rio, una de ellas decía Sofía. Justo aquí era la parada marcada en el GPS, nos hallábamos sobre Playa Honda a mitad de camino y a unos 30 kms de Buenos Aires y a 25 kms de la Isla San Gabriel. Era el mediodía y el rio estaba totalmente en calma, tiramos algunas fotos y aprovechamos para almorzar los sándwich que habíamos llevado de vianda.
Sin perder más tiempo continuamos viaje y a los pocos kms nos topamos con otras dos boyas, estas indicaban el naufragio del Doña Carmen, desde aquí Buenos Aires apenas se veía y la costa uruguaya ya empezaba a dibujarse. La velocidad de la remada aumento a 7,5 kms y la ansiedad por querer llegar era inmensa. De repente en medio de la inmensidad sonó el celular, era un mensaje de Guada que preguntaba si estaba todo en orden y enseguida aprovechamos la señal, que pensábamos que no íbamos a tener, para llamar a Prefectura y avisarle que estábamos bien y a pocos kms de Colonia.















A esta altura ya se veían edificios, antenas y la Isla Farallón, la cual posee un faro, y la Isla San Gabriel ya se distinguían a la perfección, el sol estaba oculto entre las nubes y el viento del este comenzó a soplar levemente. Continuamos remando hasta que previo dar paso a un enorme buque, cruzamos el Canal del Infierno, las dos islas que teníamos en frente de las narices parecían inalcanzables pero paleando y paleando logramos alcanzarlas a las 16:30hs de la tarde. Después de diez horas de estar sentados al fin pudimos pararnos y fue aquí la parada técnica para nuestra necesidad número uno, que alivio jajaja. La Isla San Gabriel y la Isla Farallón son de origen rocoso, en las orillas afloran muchas piedras, algunas de ellas son planas y otras son puntiagudas y filosas con lo que entramos muy lentamente para no dañar los kayaks. Fue un placer permanecer unos minutos allí, mas allá de estirar las piernas, el sonido de los arboles meciéndose por el viento era relajante.
Volvimos a subir a los kayaks, bordeamos por la izquierda la nombrada isla y remamos muy animadamente los últimos 4 kms que nos faltaban, hasta que arribamos al puerto de yates de Colonia de Sacramento a las 17:30 hs de la tarde. Desembarcamos sobre una pequeña playa del Yatch Club, la alegría enseguida nos hizo olvidar del cansancio y estábamos mas que felices por el logro alcanzado, la tarde estaba mas que espectacular, los veleros fondeados en la bahía que parecía una postal, las aguas que eran un espejo y una bandada de tordos renegridos que cantaban como una orquesta pusieron el broche final.











Acomodamos los botes en un rincón y nos dirigimos a hidrografía a comprar las fichas para la ducha y nos pegamos un renovador y merecido baño. Ya cambiados fuimos para la zona céntrica a buscar hospedaje y nos instalamos en un modesto hostel llamado El Español, donde compartimos habitación con Michael un alemán que nos conto que hacia un año que venia viajando por el mundo.
Ya estábamos instalados así que fuimos a cambiar pesos argentinos por uruguayo al casino y nos fuimos a cenar a la vuelta del hostel donde nos dimos una gran panzada y por supuesto brindamos con una helada PILSEN. A las nueve en punto de la noche los dos estábamos durmiendo como bebes.
Que manera de apolillar, nos despertamos a las nueve de la mañana después de doce placenteras horas de sueño. El día amaneció esplendido, desayunamos y nos aprontamos para salir a recorrer los alrededores, en el mismo hostel colaborando con apenas diez pesos nos dieron una bicicleta para cada uno por todo el día. El primer sitio que visitamos fue el puerto donde llegan las embarcaciones de Buquebus, luego pasamos por la vieja estación de trenes y seguimos hasta que llegamos hasta el Pórtico de Campo y la antigua muralla de piedra donde sacamos fotos de la entrada y los cañones.



Dejamos el barrio histórico para la tarde y fuimos pedaleando por la rambla costanera, la cual va bordeando las playas y el rio, hasta que llegamos a la antigua Plaza de Toros que data del año 1910 pero se encuentra cerrada al público por peligro de derrumbe. Desde allí nos dirigimos hasta el acceso al Sheraton Colonia y bajamos a la playa para tomarnos unos mates y disfrutar del rio y la arena. Pegamos la vuelta y en el centro ingresamos a un bonito restorán donde nos deleitamos con parrillada y música folklórica argentina y candombe uruguayo. Volvimos nuevamente al barrio histórico para recorrer sus callejuelas adoquinadas que parecen detenidas en el tiempo, sus casas bajas, los colores vivos de las flores de la Santa Rita, la vieja iglesia, el faro, los coches antiguos y las carretas convierten a Colonia en uno de los pueblitos mas pintorescos y acogedores del Uruguay.










El día fue llegando a su fin y desde la escollera de piedras observamos como el sol se puso perfecto sobre el horizonte. El parte meteorológico para el domingo no era muy alentador que digamos, anunciaba vientos leves a regulares del sector noreste, nos volvimos para el hostel pensando en que nos podía llegar a tocar. Esa noche hicimos compras de provisiones, cenamos y a las nueve y media nos fuimos a dormir.
Madrugamos a las 03.30hs, desayunamos ligero, atravesamos las desiertas calles del barrio histórico, donde el sonido de nuestros pasos hacia imaginar la marcha de las tropas españolas, guardamos los bártulos y a las 04:40 hs, bien temprano para ahorrarnos viento, nos pusimos a remar.


Salir a esa hora fue una experiencia inolvidable, el agua todavía estaba quieta, los veleros dormían dentro de su refugiada bahía, la luz del faro de la isla Farallón, las luces de Colonia que quedaban atrás y semejaban a una pista de avión, la oscura silueta de la isla San Gabriel, el resplandor de la ciudad de Buenos Aires que da la luz suficiente para poder ver de noche, las boyas destellando cada tantos segundos y sobre todo y lo mas bello, ese interminable cielo salpicado de pequeños astros, que nos regalo dos estrellas fugaces.
A la hora de haber partido comenzó a soplar viento, todavía era de noche y la visibilidad no era la suficiente como para ver las olas que venían medio de costado, solo se escuchaba su sonido característico y nos obligo a prestar mucha atención para no volcar. Alcanzamos el Canal del infierno, nos cercioramos bien que no venga ningún buque y cruzamos bien pegados a las boyas que aun estaban encendidas. Sobre el este y entre las nubes fue apareciendo el sol, su débil luz por unos minutos me ilumino el kayak y el remo, pero esa placentera sensación duro poco ya que enseguida se oculto entre las nubes. El viento aumento su intensidad y el oleaje se incremento, ya se formaban corderitos y las olas andaban en mas de un metro. Ibamos 100x100 concentrados y constantemente apoyados para no irnos al agua. Cada ola que pasaba por encima nos empapaba y junto al viento el frio ya era molestia.
A media mañana alcanzamos el punto de parada y nos juntamos para hacer balsa e hidratarnos un poco ya que intentar hacerlo por cuenta propia era imposible. En cuestión de segundos y sin darnos cuenta el rio se llevo el remo de Esteban y nunca mas lo vimos, error imperdonable y CAGAZO automático, pero nos calmamos, sacamos el remo de repuesto Matrix, lo encajamos y a seguir remando. De aquí en adelante no quedo otra que remar y remar hasta que divisamos la costa de Buenos Aires y el punto de referencia fue la catedral de San Isidro. Apoyando, cintureando y dándole duro nos acercamos cada vez mas a la costa y a las 14:00 hs, fatigados y con frio ingresamos al Yatch Club de San Isidro. Aquí radiamos a la PNA San Isidro para avisar que estábamos bien, bajamos para comernos los sándwich de vianda y seguimos viaje.




Bajo un cielo que estaba gris plomizo y que amenazaba con llover remontamos el Lujan con las ultimas fuerzas y a las 16.00 hs llegamos a Tigre. A pesar del cansancio que arrastrábamos la alegría y la felicidad por haber concluido con éxito esta travesía eran desbordante. El espíritu, el esmero y el esfuerzo puestos en esta inolvidable aventura valieron totalmente la pena.


Lucas Sosa