viernes, 6 de agosto de 2010

Remando hasta Puerto Madero

El viernes 23 de abril con Ale Carranza y Gabrielito Muschietti fuimos remando ida y vuelta hasta Puerto Madero en la ciudad de Buenos Aires. Partimos a las nueve y media de la rampa del Nahuel Rowing Club, el nuevo club donde me mude. Recorrimos los cien metros del pútrido rio Tigre hasta que salimos al rio Lujan. El mismo lo teníamos con corriente en contra ya que estaba en crecida. La mañana estaba agradable, el sol brillaba con ganas y no había ese transito que existe los fin de semanas. Atrás dejamos el puerto de frutos, el canal San Fernando con sus buques areneros, los clubes náuticos hasta que llegamos al Rio de la Plata. Algunos veleros navegaban impulsados por el leve viento sur y se parecían a pañuelitos de papel. A lo lejos estaba la gran Ciudad con su manto de smoke y sus altos edificios que desde donde estábamos se los veía pequeños. Fuimos pasando las barrancas de San Isidro con sus majestuosas mansiones, los edificios de zona norte, el puerto de Olivos hasta que quedamos en frente de la costanera y pudimos ver unos diminutos puntitos negros que caían desde el cielo, eran paracaidistas.




Los aviones aterrizaban y despegaban uno atrás del otro y parecían que eran expulsados por una catapulta de lo vertical que salían. Los autos que circulaban por la avenida costanera parecían de juguete. A pesar de la cercanía que teníamos con la urbe los ruidos quedaban tapados por el sonido del agua y el viento. Cuando pasamos el Club de Pescadores entramos al puerto y nos cruzamos con un guardacosta de la Prefectura que nos toco bocina para avisarnos que estaba por virar. Un enorme buque portacontenedores estaba siendo cargado y las grúas levantaban los contenedores como si fueran cajas de fósforos. Ale y Gaby se pusieron debajo de la proa y les saque varias fotografías, al lado de semejante mole apenas eran un escarbadiente. Pasamos la zona de los grandes buques e ingresamos a la dársena norte donde tuvimos una excelente vista de los edificios del microcentro. Sacamos algunas fotos de ellos que ahora si los veíamos grandes. Seguimos remando, pasamos por abajo del puente giratorio y entramos al dique uno de Puerto Madero en donde la gente que caminaba por las veredas nos miraban con curiosidad.





A las 15 hs bajamos en el Yatch Club. Aquí hable con Julia de Puroremo que lo primero que me dijo fue que no podíamos andar en ojotas jajaja. Yo andaba en ojotas y Gaby en patas, Ale era el único que estaba calzado con las botitas de neoprene, enseguida nos metimos a los vestuarios para no tener problemas. Como vimos que el lugar no daba para encender fuego para calentar la pava pa los mates salimos del Yatch y buscamos un sitio para comer. Los tres estábamos en otra sintonía, la gente que iba y venia a mil, los autos, el transito, los turistas, nosotros estábamos chochos por haber llegado hasta allí. Almorzamos en un local de comidas rápidas Mostaza donde nos devoramos unos riquísimas hamburguesas. Luego nos sentamos a tomar un cafecito en un restorancito muy paquete. A las 18 hs emprendimos el regreso.


En la dársena norte les saque unas fotos a los chicos al lado del buque rápido de Buquebus que parecía una nave espacial. El sol se fue escondiendo y sus rayos se reflejaron en los vidrios de los edificios. Al puerto estaba ingresando un inmenso buque portacontenedores que era llevado por los remolcadores que tiraban con todas sus fuerzas. Al salir de la protección de la escollera nos dio el viento que soplaba del este el cual generaba una olita muy linda para barrenar. Buenos Aires esa ciudad cosmopolita que nunca duerme se encendió y miles de luces empezaron a brillar brindándonos un espectáculo único. Del otro lado, en el cielo diáfano una media luna con su blanca luz ilumino las aguas del Plata. Las olitas nos fueron llevando y empezamos a preguntarnos a que hora llegaríamos a Tigre. Gaby decía a las diez, yo decía a las once y Ale también. Recién eran las siete y media de la tarde y estábamos enfrente de la costanera. Ibamos disfrutando muchísimo y pensábamos en toda la gente que a esa hora estaba enloquecida por volver a sus casas y nos sentimos privilegiados por hacer lo que estábamos haciendo.



Avanzamos a buen ritmo hasta que en San Isidro el viento se incremento y las olas aumentaron su tamaño. Cuando pasamos la escollera del Yatch antes de ingresar al Lujan empezamos a barrenar como locos. Ibamos eufóricos y a los gritos por que los kayaks tomaban una velocidad alucinante. Ale y Gaby iban adelante mío cuando escuche ruido de motores atrás mío, me di vuelta y era un crucero que iba hacia el Lujan. El que lo pilotaba me ilumino y uno de los que iba a arriba me pregunto de donde venia. Le conteste que de Puerto Madero mientras barrenaba una ola y me contesto que estaba loco jaja. Cuando ingrese al rio Lujan perdí de vista a Ale y Gaby así que con la luz frontal encendida empecé a gritarles y enseguida se unieron a mi. No parábamos de comentar lo genial que había estado el ingreso al Lujan con esa rosquita que se había levantado, nos comimos un mantecol y remontamos el rio Lujan. Finalmente todos le habíamos errado a los tiempos que habíamos dicho ya que arribamos a la rampa del TBC a las doce de la noche cansados pero muy felices por la mini travesía realizada.

Lucas Sosa

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