viernes, 3 de abril de 2009

La tarde, la noche y la luna


Estamos en la mejor hora, esa en la que ya nos encontramos sentados en el muelle con el mate calentito que pasa de mano en mano. La charla es amena, cordial y siempre con picardía. Las aguas del rio lentamente se van aquietando, hasta que solo se oye su suave golpeteo sobre los maderos. Una garza blanca sobrevuela nuestras cabezas y con elegancia y finura se posa en la playa continua. Se escuchan el cantar de las aves y entre ellas el del benteveo, que según cuenta la leyenda son los quejidos de un desalmado niño aborigen que por no querer cuidar a su abuelo, este lo maldijo y lo transformo para siempre en ave. Va cayendo la tarde para dar paso a su amiga la noche y hacia el oeste, entre montañas de nubes que anuncian tormenta, el sol se despide de nosotros.
Dejamos el muelle y sobre el terreno se distinguen destellos incandescentes, es el fuego que lentamente arde para que se cocinen las pizzas. La luna esta oculta, pues en el cielo ya esta la tormenta. Parece amenazante, primero los rayos que iluminan el firmamento y luego los truenos que hacen temblar la tierra. Enseguida cae la lluvia pero ni siquiera la sentimos ya que estamos bajo techo disfrutando de las riquísimas pizzas. Para de llover y como por arte de magia el viento comienza a soplar, nos esta barriendo las nubes y la lunita, contenta y brillante como un diamante se asoma otra vez.
La noche esta fresca, ventosa, estrellada pero con buena iluminación. No perdemos tiempo, encendemos los destelladores y nos ponemos a remar. Se ve a la perfección, la luz se refleja en el rio y brilla como la plata. El viento se lleva las gotas de agua y nos pegan en la cara. El sonido de los remos entrando y saliendo del agua relajan el oído, las figuras se confunden y por instantes detenemos la marcha para solo oír el silencio.
Son tantas las sensaciones vividas que no alcanzan las palabras para expresarlas. Vamos pegando la vuelta y la corriente a favor nos lleva a buena velocidad. Las luces de las casas parecen luciérnagas y nuestras linternas frontales estrellas. A lo lejos, como un sin fin de flashes se ven los relámpagos de la tormenta que ya se retiro. Ya estamos de vuelta y abandonamos los kayaks para irnos a dormir. Arriba como un centinela, queda la lunita, iluminándolo todo con su bondadosa y mágica luz.

Lucas Sosa

2 comentarios:

  1. Interesantes relatos amigo. Tan buenas son las descripciones que incluso sirven como guia turistica.
    Abrazo!
    Pancho
    pd: usted viene a ser la cabeza del grupo Los Peteros?

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  2. La verdad es que las remadas nocturnas son maravillosas. Un abrazo desde Rosario.
    Ya te enlacé tu blog al mío.

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