viernes, 3 de abril de 2009

Regalo del Cielo

Ese día no me voy a olvidar jamás y creo que ustedes tampoco. Fue un sábado como cualquier sábado, nos juntamos en la rampa, mateamos, preparamos los botes y salimos a remar. El camino de ese día fue la vuelta del Carapachay, la cual ya todos ustedes conocen.
Estaba caluroso y el aire pesado y húmedo. Íbamos remando y no parábamos de mojarnos para aliviar un poco el calor. Así, después de dos horitas llegamos a Pehuén. Allí nos acomodamos bajo la sombra de unos arboles, pedimos una picadita, cervezas heladas y unas gaseosas.
Luego nos sirvieron las exquisitas pizzas, las cuales siempre esperamos con ansiedad. Con la panza llena llego la hora de sestear, otro de los placeres de pasar un día a la orilla del rio.
Me acuerdo que el cielo se empezó a encapotar, venia una tormenta y nos estaba muy lejana de nosotros. Sin hacernos demasiado problema tomamos los infaltables mates de cada tarde.
Llego la hora de partir y mientras alistábamos todo para regresar empezamos con los chistes referentes a la tormenta que se avecinaba. Era mas que seguro que nos agarraba a mitad de camino.
Dicho y hecho. Al rato de haber comenzado a remar se largo un diluvio increíble. La lluvia caía con fuerza, picaba la piel, nos empapo en segundos.
Cada baldazo que nos daba en el cuerpo nos arranco una sonrisa Por momentos solo se veía un manto blanco. Solo era lluvia, agua que caía del cielo, nada mas que lluvia.
Ese regalo del cielo no duro mucho tiempo pero fue el suficiente para que todos seamos felices, felicidad que quedo reflejada en el rostro, en el corazón y el alma de cada uno de nosotros
La lluvia de ese sábado nos hizo reír como niños y ahí me di cuenta que ser feliz en la vida a veces es muy simple.

Lucas Sosa

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