viernes, 3 de abril de 2009

Vacaciones en el Delta

Esta travesía comenzó con el festejo de cumpleaños de nuestro querido amigo Daniel Botet, el cual se realizo en el recreo almacén Pehuen y donde no falto el buen vino y un exquisito asado echo por los organizadores del cumple. El domingo a las siete de la tarde, luego de un largo de día de comilona, junto a Adrian, el cual debutaba por primera vez en travesía, pusimos rumbo al Paraná Mini. Remontamos el rio Capitán a paso cansino y a los cuarenta minutos de paleo ya teníamos en vista el Paraná de las Palmas.
Cruzamos el ancho rio sin inconvenientes y nos adentramos en el Arroyo Capitancito, para luego bajar por el aguaje del Durazno. La tranquilidad reinante era relajadora, las aves piaban despidiendo el día, las aguas espejadas reflejaban nuestros cuerpos y el sol lentamente se oculto en el horizonte. Así tomamos por el arroyo Chana donde la primera parada que hicimos fue para conseguir algo de miel. El muy buen amigo Edgardo, productor apícola, nos regalo un frasco entero de miel absolutamente pura, les puedo asegurar que una delicia para el paladar. Fue cayendo la noche y con ella apareció una creciente luna y un bellísimo manto de estrellas que nos vigilaban desde el cielo. En la misma casita de siempre hicimos la segunda parada, aquí nos sentamos en el muelle, descansamos y nos tomamos unos mates calentitos.
Para nuestra suerte el Chana empezó a crecer, así que no perdimos el tiempo y nos pusimos a remar. Con poco esfuerzo alcanzamos el Paraná Mini y las once y media de la noche bajamos en el recreo Toledo.
Aquí en el Mini teníamos que esperar a Eloy, que recién se nos sumo el martes por la noche. El lunes después de descansar plácidamente, nos levantamos y nos sentamos a desayunar con la vista al rio. María Esther nos deleito con un buen café con leche, acompañado de pan casero, dulce y manteca. Como teníamos dos días de espera le propuse Adrian ocupar la jornada en una excursión de pesca. Enseguida preparamos los bártulos, nos llevamos unos sándwiches, subimos a los kayaks y remontamos el arroyo Tuyupare unos 2 kms pasando el Canal Nº 3. Allí bajamos sobre un terreno donde había un rancho abandonado. El sitio era sin duda alguna una vieja plantación de álamos, a la orilla del rio descansaba sobre una larga vía una zorra para transportar los troncos cortados. Después de almorzar, arme la caña y mientras mi amigo dormía la siesta, me dedique a la pesca. El pique fue constante y con buenos resultados ya que al instante de arrojar la línea me lleve la primera boga. No era el único que pescaba, también lo hacia un ágil Martin Pescador. Estuvimos toda la tarde gozando de la paz, el sol, la sombra, el aire puro, los mates y la excelente pesca. Cuando empezaron a molestar los mosquitos levantamos campamento y volvimos a Toledo.
El miércoles con Eloy ya sumado al nosotros y después de dos días de ocio estábamos listos para continuar viaje. El plan era llegar al Paraná Guazu por la tarde, descansar y al día siguiente bajar por este hasta llegar a la uruguaya isla Timoteo Domínguez. A las diez de la mañana y con un sol radiante nos pusimos a remar, tomamos nuevamente el arroyo Tuyupare hasta que dejamos este para ingresar al Canal Nº3. Adrian no dejaba de deslumbrarse por la belleza del lugar.

Al cabo de unos minutos ingresamos al arroyo Largo, donde las plantaciones de álamos y pinos forman frondosos bosques. Sobre las orillas ranchos y casas abandonadas de aspecto fantasmal dejaban mostrar el paso de los años y el olvido.
Eran casi las dos de la tarde y el calor ya se hacia sentir, entonces sin dudarlo hicimos una pausa para refrescarnos en el agua y desde arriba de un muelle empezamos con los bombazos. Reanudamos la marcha hasta que cruzamos el apacible rio Barca Grande y bajamos sobre el viejo rancho abandonado del arroyo Naranjo, ese que en una travesía invierno nos cobijo de la lluvia. Pero aquí no duramos mucho, luego de comernos los sándwiches que teníamos de vianda, las avispas dueñas de casa empezaron a zumbar para demostrarnos quien mandaba. Recorrimos diez kms más por las límpidas aguas del arroyo Naranjo hasta que desembocamos en el Parama Guazu, el cual limita el delta entrerriano con el bonaerense. Aquí nos encontramos a 70 kms del Puerto de Tigre.
Con el sol todavía bien en alto bajamos en el recreo Don Mario. Aquí nos acomodamos y nos dirigimos al muelle donde comenzamos con otro show de saltos ornamentales. Ya refrescados Adri se preparo unos ricos mates y yo probé suerte con la caña. El atardecer estuvo repleto de armonía, el gran rio estaba manso, el cielo despejado y el sol tiño todo de naranja.
Por la noche dentro del quincho y acompañados de los sonidos nocturnos, cenamos pollo al horno con papas al natural. Bien pipones hicimos la sobremesa hasta que nos fuimos a acostar y conciliamos sueño iluminados por la blanquecina luz de luna, que la pequeña ventana dio permiso para entrar.
El día posterior amaneció despejado pero duro poco, ya que el viento que soplaba capoto todo el cielo. El guardacosta de la Prefectura estaba amarrado en el muelle cuando me acerque y les pregunte a los oficiales sobre el clima y me dijeron que había alerta meteorológico. Sin dar vueltas decidimos suspender la remada hacia la Isla Timoteo Domínguez. La lluvia no tardo mucho en llegar y nos entretuvimos asando unos chorizos a la parrilla, durmiendo la siesta, tirándonos unos chapuzones al rio y tomando mate. Por suerte a la tarde paro de llover y nos dio un respiro, el atardecer fue totalmente diferente al del día anterior, el cielo estaba manchado por las nubes y el sol se escondió tímido en el horizonte. Nuestra última noche en este lejano paraje nos la pasamos en el muelle disfrutando de la luna llena que pintaba de color plata las aguas del mágico Paraná.

El cantar de los gallos anuncio el alba. Con pereza abandonamos la confortable habitación y nos dirigimos al quincho donde preparamos el nutritivo desayuno. Afuera las gallinas caminaban buscando su alimento y el aroma a pasto mojado perfumaba el aire. No tardamos demasiado en estibar los bártulos y a media mañana ya estábamos bajando por el arroyo Naranjo. Este curso de agua es sumamente pintoresco, ceibos, sauces, pinos , arbustos y otras especies crecen por doquier. Los camalotes y lentejas de rio viajaban desplazados por la corriente. Es un sitio maravilloso donde las Pavas de Monte, las garzas y los Martin Pescador conviven en armonía.
El color negro del agua de un diminuto arroyo hizo detener nuestra marcha, se trataba del arroyo El Negro, el cual se caracteriza por sus aguas oscuras y transparentes. Esto se debe que al haber tan poca correntada el barro se va hacia el fondo permitiendo así que el agua quede libre de sedimentos.
Al mediodía nuevamente cruzamos el Barca Grande e ingresamos al Canal Gobernador Arana y aquí hago una pausa para contarles una pequeña anécdota. En pleno invierno de 2007 retornando de Carmelo, con Pablo, otro kayakista amigo nos sorprendió la noche y al cruzar el Barca y por error de percepción tomamos por dicho Canal y terminamos desembocando en el Parana Mini pero a 6 kms arriba del recreo Motonáutico. Fue un verdadero garronazo ya que hacia 9 horas que veníamos remando y no aguantábamos mas. Pero bueno esta vez remamos por el, con 30º de calor y de día. El Arana es una larga recta y fue abierto para que transiten las chatas, cruceros y veleros.
El estomago empezó a llamar y paramos almorzar sobre el muelle de una bonita casa. Aquí bajo la sombra de los arboles nos tiramos a descansar y con la vista hacia arriba las hojas mecidas por el viento no parábamos de observar. Otra vez nos pusimos a remar y enseguida desembocamos en el Mini donde la correntada nos llevo a buen ritmo. Dos paradas hicimos en este gran rio y las dos fueron para matear. Primero en una casa y luego en otra pero que tenia una playa tan pero tan deliciosa que costaba irse de allí.
Sin ningún tipo de apuros y palada tras palada arribamos otra vez a Toledo. Compramos unas facturas, mate otra vez, chapuzones y desde el viejo muelle vimos otro apacible atardecer. Por la noche cenamos exquisitas pastas con postre de helado, luego el cansancio se hizo presente y nos retiramos a dormir.
Lentamente arranco un nuevo día, el rio estaba crecido y de un marrón más marrón del normal. El inconfundible aroma a café nos llamo a desayunar y lo hicimos en la galería observando la quietud del espejado Mini. Preparamos todo y nos despedimos de María Esther, cruzamos el Mini y nos metimos en el Chana para emprender el regreso a casa.
El arroyo como de costumbre lo teníamos con corriente en contra. El rio como digo yo todos los días es distinto. Estaba alto, manso y lleno de vida. Con un buen día saludábamos a las personas que en sus respectivos muelles ya estaban con el mate en mano. Otros, recién despiertos, se desperezaban al sol.Con este bello panorama llegamos al Aguaje del Durazno, paramos a tomar mate y luego continuamos viaje por el Capitancito, cruzamos el Paraná de las Palmas e ingresamos al rio Capitán. Esta vez con la corriente a favor llegamos hasta Pehuén y allí despedimos a Eloy que se quedo con el Ruso y Iron. Con Adrian seguimos bajando, tomamos el rio San Antonio y a las tres de la tarde desembarcamos en el parador La Escondida donde nos esperaba Alfredo con más kayakeros amigos. Aquí almorzamos y compartimos con todos ellos las aventuras vividas durante la semana que duraron nuestras vacaciones en el Delta del Paraná.

Lucas Sosa

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