miércoles, 25 de marzo de 2009

MI PRIMER RELATO






Noche en el Fondeadero 26 y 27 – AGO -06




Esta salida de fin de semana que organizamos con Esteban tuvo su gran motivo, estrenar su nuevo kayak modelo Nahuel de travesía comprado a Eladio un fabricante de la localidad de Tigre.


Decidimos elegir como lugar de campamento El Fondeadero, un parador de nuestro querido Delta, que se encuentra sobre las márgenes del Canal Honda. Este cuenta con muy buenos servicios para los navegantes, un comedor restaurante muy confortable que data de principios del siglo pasado, un supermercado para abastecerse de provisiones y una estación de servicio con surtidor de combustible para lanchas, veleros y cruceros.


Nos encontramos con Esteban en Ciudadela el sábado por la mañana bien temprano, luego pasamos a buscar a Juan nuestro amigo y colega de remada. Llegamos a Tigre nueve y media de la matina, allí nos esperaban Alfredo y Leandro dos muy buenos amigos que nos acompañarían en la remada pero que junto a Juan regresarían por la tarde.


Sacamos los kayaks de galpón del club, estivamos todos nuestros elementos de campamento y nos lanzamos al agua. El día estaba nublado, asomaba muy poco el sol pero la temperatura era agradable. Iniciamos el recorrido por el muy tranquilo canal Gambados, Cruzamos el Sarmiento, entramos al canal Rompani y salimos al arroyo Abra Vieja, ingresamos por el ultimo tramo del Río Sarmiento, también conocida esta zona como Tres Bocas, el cual tiene su desembocadura sobre el Río San Antonio, por este navegamos con total tranquilidad ya que el transito de lanchas era mínimo.


Luego de una hora diez de navegación tomamos por el arroyo Dorado donde mi amiga Betina tiene su casita de fin de semana llamada Pampa. El ultimo tramo lo realizamos por el arroyo Arroyón que se destaca por su exuberante vegetación, finalmente después de tres horas de remada compartiendo charlas y carcajadas llegamos a nuestro destino El Fondeadero, desembarcamos sobre una pequeña playa, arrimamos los botes y nos dirigimos hacia la zona de mesas donde disfrutamos del esperado almuerzo.


Compartimos un muy buen rato con Alfredo, Juan y Leandro contando chistes y anécdotas pero lamentablemente ellos ya pegaban la vuelta, teníamos muchos deseos de que se queden con nosotros. Eran las catorce treinta y empezó a soplar un fuerte viento sur que hizo descender notoriamente la temperatura, despedimos a nuestros amigos deseandoles buen regreso.


Luego de que partieran sacamos de los kayaks las carpas y las armamos bien resguardadas del viento ya que parecía que iba a soplar toda la noche.





A pesar de que las condiciones metereólogicas no eran las ideales para navegar (cielo nublado y fuerte viento) con Esteban decidimos salir a recorrer un poco la zona, pusimos rumbo hacia El Paraná de las Palmas, antes de llegar a este nos topamos con la Isla Nueva, la cual dejamos por babor navegando por un canal que desemboca en el mismo río Paraná.


En principio la idea fue dar una vuelta corta pero nuestras ganas de conocer otros lugares nos dio pie a animarnos a cruzar hacia la otra orilla. El cruce a pesar del fuerte oleaje que nos daba de través, lo realizamos sin percances concentrándonos bien para evitar un vuelco. Desembarcamos en una pequeña playa de arena de la Isla Lucha, allí nos metimos en un claro, donde lamentamos mucho no haber llevado el equipo de mate para pasar un buen rato en este lugar. Permanecimos aquí unos diez minutos y volvimos a subir a los kayaks, tomamos el canal del Sueco donde por estribor divisamos los restos de un viejo naufragio, del agua afloraba parte del casco, una especie de chimenea y un alto mástil del cual colgaban viejos cables de acero.


Por la banda de babor también se hallaban los vestigios de una antigua chata. Continuamos navegando hasta que viramos a estribor e ingresamos en un canal denominado Desaguadero, según una isleña a la que consultamos. Logramos divisar unas casas muy humildes de la gente que habita este lejano paraje, contradictoriamente al lado de ellas había una impresionante casa con todas las comodidades que puede contar una casa de ciudad. En los árboles de la orillas se posaban unas hermosas garzas moras que a medida que avanzábamos se atemorizaban y salían volando.



Detuvimos un momento la remada y consulte al dueño de un crucero que allí se encontraba y me dijo que el canal del Sueco es el acceso a los Bajos del Temor, estos se destacan por sus aguas someras haciéndolas riesgosas para la navegación. Teníamos muchas ganas de ir hasta los famosos Bajos pero el tiempo se nos acababa y emprendimos la vuelta. Nuevamente cruzamos el río Paraná pero esta vez con viento de frente, el oleaje era movido pero lo atravesamos sin problemas. Ya del otro lado el viento fue disminuyendo gracias a la vegetación costera que ofrece de reparo.


Nos mandamos por el arroyo Hambrientos donde se forman hermosas galerías de árboles y mas adelante se estrecha hasta su desembocadura en el Canal Honda, recorrimos los últimos metros por este ultimo hasta llegar al lugar de campamento, subimos los kayaks a tierra y finalizamos la jornada de remo muy contentos por el recorrido realizado.


Eran las seis y media de la tarde y pedí agua caliente para cebar unos mates calentitos, el contacto con el agua y el viento nos había dado un poco de frío, casi perdiendo la luz del día juntamos leña y encendimos un lindo fueguito. Entrada la noche fuimos a comprar unos bifes que hicimos en la parrilla, salieron buenísimos y quedamos re pipones. Como no había leña a mano caminamos unos metros y robamos un poco que había amontonada, la noche se torno bien fría y teníamos que mantener vivo el fuego.


Detrás nuestro se encontraba un pequeño arroyo, armamos una cañita y probamos suerte con la pesca, nos posamos sobre un puentecito que justo estaba iluminado pero por los pocos piques y el sueño que ya nos estaba haciendo bostezar, dejamos todo y nos fuimos a descansar. El frío reinante hizo muy difícil conciliar el sueño a pesar de haberme acostado dentro de la bolsa de dormir totalmente vestido no sabia de que manera calentar el cuerpo, donde mas lo sentía era en los pies, intente de todo para calentarme pero no pude, finalmente me quede dormido.


A las seis y media de la mañana con la primera claridad del día y el trinar de los pájaros decidí levantarme, el frío no me dejaba dormir me vestí y salí de la carpa, diez minutos después se despertó Esteban y el primer comentario fue, che Lucas me cague de frío no pegue un ojo, esto nos sirvió de experiencia para la próxima vez llevar frazadas de abrigo. Armamos otro fuego para poder calentarnos, busque agua caliente y preparamos unos tés acompañados por unas suculentas vainillas.


El día amaneció totalmente despejado, sol radiante, aunque el viento sur no dejaba de soplar, el arroyo de atrás subió casi al nivel del piso. Después del confortable desayuno comenzamos a levantar campamento, desarmamos las carpas, enrollamos las bolsas de dormir y fuimos estibando todo dentro de nuestros queridos kayaks..


Ya no quedaba nada y chequeamos bien el lugar para no dejar cosas.


Antes de salir mi compañero fue hasta el super a comprar el almuerzo, llevamos los botes hasta el lugar de desembarco, la playita estaba totalmente tapada por el agua, salimos a navegar nueve y media de la mañana, nuevamente remamos por el Canal Honda el frío y el viento se hacían sentir pero por suerte el sol asomaba e iba calentando de a poco nuestros cuerpos. Luego de unos quince minutos de remada llegamos a la entrada del arroyo Surubí el cual navegarlo estaba en nuestros planes, nos metimos por el y al fin el sol no dio de frente.


Es un arroyo muy pintoresco y poco habitado, de suma tranquilidad ya que por suerte no es muy transitado por las lanchas. Su vegetación es muy frondosa, muchos árboles, flores y todo tipo de plantas, en una de sus márgenes nos topamos con una vieja casa isleña, que por su estado de deterioro nos pareció abandonada.


Detuvimos la marcha para pispear que se veía, una de sus paredes delanteras estaba ausente lo que nos permitió ver su interior. Recorrí con la vista el lugar y en una ventana logre divisar una antigua lámpara de aceite que colgaba de un caño, donde seguro en algún tiempo debió haber colgado de el una cortina.


Me baje enseguida y comencé a inspeccionar este sitio misterioso, subí una escalerita y ya estaba adentro de la silenciosa casa. Se me pasaban mil cosa por la mente, quien había vivido allí? de que forma vivían? si solo era su casita de fin de semana? cuales fueron sus motivos para abandonarla? creo que todas estas preguntas solo quedarian en mi imaginación. Fui directo hacia la ventana y tome la lámpara, era muy vieja y parecía que hacia mucho pero mucho tiempo que no le daban uso.





Recorrí el resto de la casa y llegue hasta la cocina donde aun se conservaban los azulejos de la pared, su mesada y sus pequeñas alacenas, algunas de sus puertas se hallaban abiertas y otras cerradas como si el paso de los años las hubiera sellado para siempre. Detrás de esta sala observe un patiecito donde seguramente lo utilizaban en los días lindos para desayunar o tomar mates por las tardes.


Seguí husmeando un rato mas pero no encontré nada interesante por lo que decidí volver al kayak y seguir remando, una vez en el agua continuamos la aventura, sobre la margen derecha hay una linda casita que pertenece a la madrina de Alfredo, una gran amigo, un día estos como ya tenemos hablado vamos hacer campamento ahí y comer un buen asado.


Unas millas más adelante nos encontramos con viejos barcos oxidados y aprovechamos la oportunidad para tomar fotografías.


Paleando y paleando llegamos a la desembocadura del arroyo y salimos a la Isla Zarate y en el canal de navegación Mitre viramos a estribor y surcamos por el hasta llegar al destacamento Braga de la Prefectura Naval, donde pregunte la hora y me dijeron que eran la diez y veinte, hicimos ese largo tramo en muy poco tiempo los que nos dio una enorme satisfacción saber el excelente ritmo que llevábamos. Hablando con los prefectos nos preguntaron si regresaríamos por el Río de la Plata, les conteste que si pero nos recomendaron volver por el Surubí ya que las condiciones para navegar por río exterior no eran favorables.


Saludamos a los oficiales y pegamos la vuelta, nos llamo mucho la atención que las orillas del canal estaban empedradas dedujimos que esto era así para evitar la caída de sedimentos que tapan el canal. Vimos navegar dos enormes buques que se habrían paso silenciosamente. Mientras saciábamos la sed se arrimaron tres patos muy amigables que nos permitieron darles de comer con la mano.


Volvimos al rancho abandonado llegamos casi al mediodía, bajamos y utilizamos unos troncos como asiento, comimos nuestro almuerzo, unos riquísimos sandwiches de jamón y queso acompañados de unas rebanadas de pan negro con paté.


Para matar el tiempo Esteban se tiro a dormir y yo me puse a pescar, obtuve un par de piques en uno de ellos enganche un bagre pero el muy escurridizo se me escapo en la orilla, luego me di por vencido.


Una horita mas tarde se despertó mi compañero y seguimos husmeando dentro de la casa pero no encontramos nada interesante, solo nos llevamos de ella un par de fotos y la vieja lámpara que hoy descansa sobre un mueble de mi casa. La vuelta nos esperaba así que empezamos a remar otra vez, salimos del lugar a las trece horas encontrándonos con el río Urion, dejando por babor un viejo mareógrafo y la entrada al Canal del Este.





El Urion es vía de navegación de lanchas, veleros y grandes cruceros, también de chatas areneras los cuales en gran cantidad provocan un oleaje considerable. Por suerte ese día estaba con poco transito solo enfrentamos una enorme ola que enfilo hacia nosotros con una gran vertical, enseguida aproamos los kayaks y la rompimos con violencia, por u momento creí que íbamos a volcar.


La ultima parada la hicimos en El Carajo allí tomamos unos mates con un riquísimo flan con vainillas echo por Laly dueña del lugar y excelente cocinera. Remamos los últimos treinta minutos que nos restaban para llegar al club, los navegamos por el canal Rompani y el Gambado, estaban super transitados por botes de madera, los cuales se tornan una molestia ya que ocupan la mitad del canal con sus largos remos.


Finalizamos el derrotero a las cinco de la tarde en la rampa del Hispano, llevándonos muy buenos recuerdos del fin de semana vivido.


Lucas Sosa

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